Más dudas y menos certezas

 Más dudas y menos certezas                                      Noviembre de 2020

Seguramente muchos de los lectores tendrán posición tomada respecto de los transgénicos y probablemente hasta elijan lo que consumen en función de este aspecto. En un mundo cada vez más influenciado por los fundamentalismos, una parte de la sociedad a tomado una posición casi religiosa a favor y en contra de los transgénicos.

Un tema importante es no confundir un organismo transgénico de uno genéticamente modificado, muchas veces se usan como sinónimos, pero no necesariamente lo son. Una mutación genera un individuo genéticamente modificado, pero no es transgénico.

Me parece importante que todos entendamos de qué se trata un transgénico y un organismo genéticamente modificado antes de ahondar en el tema.

Para explicarlo sencillamente un material transgénico es aquel que posee entre sus genes, un gen proveniente de otro organismo y que hace que este tenga una característica distinta, es decir el nuevo individuo es genéticamente distinto a su antecesor.

Dentro del conocimiento popular este proceso es considerado como una maniobra perversa realizada por un científico que pone en riesgo la seguridad alimentaria mundial.

En la realidad, la transgénesis es un proceso habitual que sucede en la naturaleza desde miles de años antes que un hombre fuese capaz de hacerlo en un laboratorio.

La transgénesis en si misma tan criticada por tanto no la creó el hombre.

Especies como la batata, café, cereza, plátano, maní, arándanos, té, lúpulo, entre otros tantos, tienen material genético transgénico proveniente de una bacteria llamada agrobacterium, la misma bacteria que se utiliza para hacer los transgénicos de laboratorio.

En realidad, se considera que una de cada veinte especies con flores es transgénicas de forma natural.

También se ha advertido que las plantas injertadas inducen intercambio genético, por lo que la humanidad ha estado generando transgénicos por cientos de años sin advertirlo. (fuente: Plant Molecular Biology).

Llegado a este punto, considerar la transgénesis como un proceso antinatural es erróneo, con lo cual uno de los principales argumentos en contra de esta técnica es falso.

La modificación genética es algo habitual en la naturaleza no sólo por la transgénesis sino además por procesos de mutación, motivo por el cual el descendiente es genéticamente modificado respecto de su antecesor, muchas veces esa mutación es apreciada y valorada por el hombre y seleccionada una y otra vez, por eso como ejemplo sencillo, del perro original hoy tenemos un Gran Danés y un Pekinés, tenemos naranjas todo el año (cuatro estaciones) por modificaciones genéticas logradas con injertos, una nectarina es un melocotón mutado, el desarrollo de bovinos sin cuernos (polled), o podemos tener un caballo percherón del tamaño de una locomotora o un pequeño pony para pasear a los niños. Eso es modificación genética natural y selección posterior por parte del hombre.

Para todos aquellos que abonen a la teoría de la evolución de Darwin, la misma no podría justificarse sin aceptar los cambios genéticos debido a mutaciones y transgénesis.

El desarrollo de la ingeniería genética ha permitido seleccionar e inducir los cambios genéticos que naturalmente ocurren de manera aleatoria en la naturaleza.

Los procesos transgénicos que realiza el hombre tienen que ver con la intención de trasladar una determinada característica de una especie (no necesariamente comercial) a otra, para mejorar su productividad. Es así como se han logrado desarrollar materiales con mayor resistencia a las enfermedades, a la sequía, a herbicidas o a diferentes plagas de insectos, es decir cultivos que requieren menos insecticidas, menos funguicidas, menos agua y menos herbicidas. En otros casos la transgénesis se ha utilizado para mejorar la calidad de los alimentos, así es el caso del arroz dorado con mayores niveles de vitamina A.

La discusión mundial sobre el tema obviamente ha generado como siempre dos bibliotecas, una a favor y otra en contra, pero el espíritu de este escrito es como dije al principio, sólo instalar la duda en el lector sobre verdades absolutas que se difunden y que no necesariamente son tales. Sugiero que consulten ambas bibliotecas y saquen sus propias conclusiones.

Sí puedo comentarles que, a hoy, no existe ninguna evidencia real de que un material transgénico (GMO: organismo genéticamente modificado) genere alguna afectación a la salud humana y si consideramos que la transgénesis, como he comentado anteriormente, ha estado con nosotros desde siempre en forma natural, es altamente improbable que dicho argumento tenga asidero científico alguno.

Lo que sí es interesante recalcar es que este tipo de debates instaurados hábilmente en la sociedad como aspectos fundamentales para el futuro de la humanidad, obviamente ha generado (casualmente) un nicho de mercado inmenso que grandes empresas, cómo habitualmente sucede, están aprovechando. Muchos de los entusiastas críticos a los productos genéticamente modificados son por otro lado grandes proveedores de productos convencionales. A los efectos ilustrativos en general los países mas reticentes al consumo de productos transgénicos son aquellos que no producen agroalimentos en gran escala o que no disponen de la tecnología por lo tanto apreciar lo que producen en contra de los transgénicos es parte de su estrategia.

Detectada una mayor percepción de valor por parte del consumidor sobre estos productos, no tardaron demasiado en utilizarlo como diferenciación de calidad y precio. Recordemos que hace varios miles de años que la humanidad consume transgénicos naturales.

La producción de alimentos sin modificación genética (GMO Free) se ha viralizado como un reguero de pólvora, percibiendo sus comercializadores precios diferenciales que determinados clientes están dispuestos a pagar a cambio de que su producto no haya sido genéticamente modificado por el hombre, independientemente que la naturaleza ya lo haya hecho antes.

Como dato ilustrativo, me parece interesante comentar, que desde hace casi 40 años gran parte de la insulina producida y consumida en el mundo, para la población insulino dependiente, es TRANSGÉNICA.

Originalmente se utilizaba la insulina proveniente de animales como, vacunos o cerdos. Si bien eran similares, no eran idénticas a la humana, lo que generaba diversos efectos colaterales no deseados.

La ingeniería genética permite hoy producir insulina a partir de la bacteria Escherichia Coli. Todos habrán escuchado hablar de proteínas recombinantes sobre todo en estos últimos tiempos, la insulina humana es una de ellas, es decir una proteína recombinante es un organismo genéticamente modificado. Muchas vacunas, hormonas de crecimiento, enzimas, hemoglobina, anticuerpos monoclonales son organismos genéticamente modificados.

Lo que se hizo fue obtener la secuencia de la insulina e introducir el gen dentro de la bacteria y transformar a la misma en una fábrica de insulina humana, segura, sin contaminantes y de bajo costo, así de sencillo, un buen ejemplo del uso de la ingeniería genética. También se está trabajando en vacas lecheras transgénicas para la producción de leche con Pro insulina, lo que no requeriría su posterior purificación, debiendo el paciente sólo beber esa leche, o semillas de cártamo con las mismas características.

Aquí muchos insulino dependientes se encontrarán en un paradigma difícil de resolver, ya que, por un lado, pueden haber tomado la decisión de no utilizar productos transgénicos y por otro estar en contra del uso de animales con fines terapéuticos, por lo que deberán optar por renunciar a alguna de las alternativas.

Como siempre la percepción de la sociedad es lo que determina muchas veces lo bueno y lo malo, hay transgénicos políticamente correctos y de los otros, depende del relato que elijamos.

En el caso particular de la agricultura, los materiales transgénicos, sí generan cambios en los esquemas productivos y problemas que el sector productivo a través de sus profesionales debe manejar con cuidado, aplicando paquetes tecnológicos apropiados, pero desde el punto de vista de la salud humana y medio ambiental, no hay ninguna evidencia científica que demuestre que causen daño alguno.

Una cosa debe tener clara el lector, sin transgénesis y evolución genética por selección sería imposible tener hoy los niveles de producción de agroalimentos que hay en el mundo.

Llegado a este punto podemos ir al otro extremo de la biblioteca que es la producción orgánica.

Sin organismos genéticamente modificados, sin agroquímicos sintéticos, sin fertilización.

Los fundamentos esenciales de la misma se basan en tres paradigmas, productos más sanos y nutritivos, que cuidan el medio ambiente y ayudan a mitigar el cambio climático.

Desde el punto de vista estrictamente científico ninguno de esos paradigmas se cumple.

Como he mencionando anteriormente no existe ninguna evidencia científica de que un producto transgénico afecte la salud ni que un producto orgánico sea más sano.

Desde el punto de vista específicamente nutricional no existe diferencia alguna entre un producto transgénico, uno convencional y un orgánico.

Respecto al cambio climático las emisiones directas e indirectas de carbono en la producción orgánica son menores en un 20 % en los procesos agrícolas y un 4 % en los procesos de ganadería, la eficiencia productiva es un 40 % menor a las prácticas productivas no orgánicas, por lo que para lograr los mismos niveles de producción se necesita mucha más superficie, con lo cual el impacto ambiental es aún mayor. Si bien por unidad de superficie la emisión es menor respecto a los kilos de producto obtenidos es mayor. Concretamente un sistema productivo orgánico aumentaría las emisiones de gases de efecto invernadero un 21 %. Según la Universidad de Chalmers (Suecia) esos valores de mayores emisiones en cultivos como el trigo o las arvejas trepa al 50 %.

El análisis no es demasiado complejo, para producir la misma cantidad se necesita mucha más superficie, mayor deforestación, mayor uso de suelo.

El concepto central a entender es que si quisiésemos mutar a una agricultura totalmente orgánica necesitamos mucha mas superficie que la actualmente implantada (casi el doble), lo que implicaría mayores niveles de deforestación en el planeta, con el cual el tercer paradigma del cuidado del medio ambiente también desaparece.

Por otro lado, la no utilización de insecticidas sintéticos reemplazados por insecticidas orgánicos, no implica en si mismo que estos últimos no sean riesgosos para la salud y el medio ambiente. Si bien hay una inconsciente asociación entre natural y saludable, recordemos que no todo lo natural es saludable para el humano, muchas especies vegetales y animales naturales (no cultivadas) son letales para la vida humana.

Volver a sistemas productivos ancestrales sin la utilización de productos sintetizados, requeriría del equilibrio en la naturaleza que existía en aquellos tiempos y que hoy es imposible de sostener.

Una sencilla analogía para el lector urbano entre la producción orgánica y su vida diaria sería imaginar vivir en la actualidad en vuestros hogares sin utilizar insecticidas contra mosquitos y cucarachas, no utilizar poderosos desinfectantes en nuestra higiene hogareña y personal que inyectan al sistema de desagües millones de litros de químicos cada hora, no más hormiguicidas en nuestros jardines ni raticidas en nuestros hogares o eliminar los miles de toneladas de producto que se utilizan cada día para potabilizar el agua que tomamos.

Quiero aclarar, que bajo ningún punto de vista estoy en contra de la producción orgánica, ni de quienes la practican (de hecho, en mi vida profesional he sido productor orgánico) simplemente planteo que la reconversión a ese tipo de actividad en forma masiva es impracticable y que la producción orgánica en si misma no genera productos más sanos, ni mas amigables con el medio ambiente ni atenúan de manera alguna el cambio climático.

Como siempre planteo, la percepción de valor por parte del consumidor es lo que potencia este mercado, haciendo que alguien esté dispuesto a pagar hasta el doble de valor por el mismo producto basado en conceptos de saludables y amigables con el ambiente que no son tales. El mercado de orgánicos en realidad está compuesto de un consumidor en general de poder adquisitivo medio a alto, de hecho, los mayores mercados están en los países más ricos.

Lo interesante es que el mercado de certificados orgánicos incluso ha superado el de la propia alimentación humana extendiéndose a otros productos como los textiles, por ejemplo, donde hay consumidores dispuestos a pagar una prenda el doble de valor por estar hecha con algodón no transgénico. Como tema de color muchos de los billetes que circulan por el planeta, incluyendo al euro y al dólar están hechos con fibras de algodón mayoritariamente transgénico, así que en muchos casos alguien paga más cara una prenda libre de transgénicos con un billete hecho con fibras genéticamente modificadas.

Analizando la temática fríamente desde los mercados es importante comprender que una gran parte de la población mundial que apenas puede adquirir productos convencionales para alimentarse, muy lejos está de poder acceder al mundo orgánico.

Un tema a observar es que en la producción agrícola las regiones tienen aptitudes agronómicas sólo para algunos cultivos, es decir ningún país tiene las condiciones de producir todo lo que consume y como no todo puede producirse en cualquier latitud cada año ciento de miles de toneladas de combustibles son consumidas para transportar y refrigerar dichas producciones de una parte a otra del planeta para satisfacer nuestros hábitos de consumo.

Como ejemplo sencillo de productos de consumo global y con producciones en áreas muy específicas está el cacao (materia prima del chocolate que se consume en todo el mundo) concentra el 90 % de su producción en sólo 6 países o el kiwi, donde el 70 % de la producción mundial está en sólo dos países o la banana donde sólo doce países concentran 85 por ciento de la producción mundial. ¿Es posible cambiar los hábitos de consumo para morigerar este factor de contaminación? ¿Qué sucedería con la economía de esos países productores? En nuestro país no producimos cacao, ni café y nuestra producción de bananas es muy pequeña. ¿Podríamos prescindir de ellos en nuestro consumo?

¿Es inadecuado pensar que el desarrollo de la ingeniería genética podría buscar adaptaciones de las especies animales y vegetales a nuevas regiones aumentando su adaptabilidad a mayores o menores temperaturas o a mayores o menores niveles hídricos de manera de relocalizar las producciones más cerca del consumo?

Como he planteado al comienzo del escrito no son las certezas sino las dudas lo que hace que todos evolucionemos en nuestro pensamiento.

Espero haber podido al menos compartir con el lector esa duda que le permita observar ambas bibliotecas y lo más importante sacar sus propias conclusiones que seguramente serán más importantes que las mías.

Ing. Daniel Tardito

Prof. Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Belgrano.

Productor agropecuario de Mendoza.

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