El ÉXODO RURAL abril 2022
Articulo escrito para la revista Consultor Agropecuario n° 54 de Errepar s.a
La idea de
que el campo es un lugar especial, donde todo transcurre en paz y en contacto
con la naturaleza, está sumamente arraigada en nuestra sociedad, especialmente
en el habitante urbano.
El concepto
de productor recolector de mieses que la naturaleza provee ha impregnado a la
opinión pública durante años.
Tal vez los
productores no hemos sabido transmitir qué es lo que hacemos adecuadamente o
tal vez los que han tendido la responsabilidad de dictar las políticas del
sector nunca lo entendieron.
Sea cual
fuere el motivo aquí estamos, los unos y los otros.
El campo, ese
lugar especial que todos consideran, fuente de riqueza inagotable, pero al que
nadie quiere venir o peor aún, los que están emigran en un éxodo permanente
hacia las grandes ciudades, requiere de un análisis más profundo.
Características
del productor agropecuario
Una analogía
que suelo utilizar es que ser productor agropecuario se equipara a profesiones
como la medicina, las fuerzas de seguridad o los bomberos.
Son
profesiones de tiempo completo, las 24 horas, los 365 días de cada año y que exigen
algo muy particular, una vocación inquebrantable y fundamentalmente querer lo
que uno hace. Sin esas tres condiciones es absolutamente imposible.
La migración
rural hacia las ciudades es un fenómeno mundial, acentuada más en unos países
que otros, pero indefectiblemente ocurre.
En el caso de
nuestro país el siguiente cuadro es de por sí explicativo.
Al 2020 sólo
un 7,5 % de la población de nuestro país es rural dicho de una manera
alternativa el 92,5 % vive en zonas urbanas.
Este análisis
meramente cuantitativo no refleja la verdadera problemática que vivimos por lo
que es importante analizarlo cualitativamente.
Fundamentalmente
el éxodo rural se basa en gente joven, que ante un futuro desalentador busca su
destino en las zonas urbanas, por lo que ahí se produce el primer problema, el
interior rural va “envejeciendo”, perdiendo a las nuevas generaciones que
deberían ser el motor del desarrollo y quedando la población adulta, menos
propensa al cambio, resignados ya a su suerte.
La
mecanización agrícola, menos demandante de mano de obra intensiva, el cambio de
los paradigmas tanto en lo meramente productivo como en la comercialización,
han sido los motores que sin transición alguna dispararon este fenómeno,
fundamentalmente desde el siglo 19 con la incorporación de tareas mecánicas,
donde el tractor y las cosechadoras reemplazaban la labor de cientos de
personas.
Miles y miles
de personas con o sin tierra propia empezaban a buscar su destino en las
ciudades.
Pero enfocar
todo el problema en el progreso tecnológico, en las variaciones de los hábitos
de consumo o en el aumento de la unidad productiva sería parcializar y sesgar
el análisis.
El rol del
estado ha sido en este aspecto determinante de esta situación, en algunos
países de Europa subsidiando fuertemente esas economías para morigerar el
éxodo, en otros como Estados Unidos, además de políticas de apoyo, llevando
servicios que permitan una razonable calidad de vida rural.
En
Latinoamérica la mayoría de las poblaciones rurales han sido libradas a su
suerte.
Adentrándonos
en nuestro país, la ausencia de escuelas para educar, hospitales que brinden
servicios de salud, energía eléctrica, agua potable, caminos, transporte, viviendas,
lugares de recreación, transforman el solo hecho de vivir en estas regiones en
un trabajo en sí mismo. Aclaro al lector que soy un habitante rural.
Las mismas
estructuras que en las zonas rurales faltan, con presupuestos megalómanos se
construyen en las periferias de las grandes ciudades, aumentando la
concentración en esos lugares y haciendo colapsar a las mismas.
Se pretende
poblar las zonas rurales y construyen las viviendas en las grandes urbes,
simplemente una incongruencia más.
No debe haber
algo más duro para el ser humano que tener que emigrar contra su voluntad,
abandonar su cultura, su clima, sus afectos y sus artes y oficios para comenzar
nuevamente su vida. La vida rural es difícil pero la vida urbana es feroz.
Antiguamente
la pena más dura para quien delinquía era la pena de muerte, la segunda era
condenarlo al destierro.
“En
ninguna parte se siente más la pobreza que en el destierro. Seneca”.
Así como el
habitante urbano percibe un mundo rural bucólico y apacible, muchos de los que
parten de nuestro interior perciben una ciudad llena de luces, agua potable,
cines y teatros, fútbol del equipo de sus amores y lleno de oportunidades.
No imaginan que
mayoritariamente aun viviendo en la ciudad todo eso les quedará lejos, muy
lejos, tan lejos como cuando vivían en su pueblo natal.
Un crudo muro
que la misma realidad construye los mantendrá una vez más marginados de todo
eso que soñaban, hacinados, viviendo en condiciones de extrema precariedad.
Algunos lucharán
por progresar en base al trabajo, otros serán cooptados para transitar caminos
supuestamente más fáciles y rentables que todos sabemos dónde termina.
Siguiendo el
análisis cualitativo, es importante plantear el impacto ambiental.
Este brutal
desequilibrio poblacional altera la economía del medio ambiente.
Para
cuantificar la magnitud, algo más de la mitad de la población mundial vive en
ciudades y emiten más del 70 % del dióxido de carbono del planeta (fuente:
National Geographic- S. Leahy-2018).
Esta cifra es
sin considerar el dióxido de carbono emitido en otras regiones para abastecer
de bienes y servicios a la ciudad.
Es fantástico
poblar las ciudades de autos eléctricos tan de moda en estos momentos, pero es
importante entender que esa energía eléctrica “limpia” que mueve a esos motores
está generada en algún lugar donde se queman miles de toneladas de combustible
altamente contaminantes, finalmente lo que sucede es que trasladamos el punto
de contaminación lejos de la ciudad, así de sencillo.
Otro dato
contundente es que los niveles de pobreza son más altos en las zonas rurales
que en las urbanas al considerado como porcentaje de la población total de cada
sector.
El gráfico
siguiente muestra el porcentaje de explotaciones pobres sobre el total de estas
para cada provincia.
Fuente del cuadro: Román, Marcela; Monzón,
Julieta. (mayo de 2011). Mapa territorial y pobreza rural. Encrucijadas n 51.
UBA
Casi en paralelo con la realidad económica de nuestro
país las zonas del NEA y NOA son las más postergadas.
El gráfico siguiente muestra como ha sido el
movimiento migratorio rural desde 1895 en adelante.
Fuente: La migración de la ciudad a las zonas rurales en
Argentina. Una caracterización basada en estudios de caso. Marcelo Enrique
Sili. Universidad Nacional de la Pampa. Revista Población & Sociedad,
edición 21. (2019)
Las políticas de subsidios tan habituales en
nuestra economía son un ejemplo más de la desigualdad, donde miles de millones de
dólares son volcados años tras año fuertemente direccionadas al sector urbano.
La mayoría de ellas son aplicadas al transporte
público, energía eléctrica, gas, redes viales, entre tantas. Muy poco de eso
llega a zonas rurales donde no hay caminos, ni energía, ni gas, ni transporte
público.
Como dato ilustrativo, según CREA, nuestro país
tiene algo más de 667.000 kms de redes viales y solo el 10,6 % esta asfaltado,
debiendo además que parte de ese porcentaje se encuentra en regular o mal
estado.
Otro efecto que se genera entre el poblador rural
migrante y el urbano es el ingreso esperado, a priori superior. A valores
reales el análisis es correcto, pero no siempre se considera el costo extra que
significa vivir en una ciudad. El sólo hecho de pagar cada día para
transportarse a su lugar de trabajo, pagar una pensión o una casilla en un
barrio de emergencia y alimentarse fuera de su casa rápidamente eliminan esa
ilusión.
No podemos soslayar además la alta densidad
poblacional de las ciudades contrastada con las poblaciones rurales. Directa o
indirectamente influye sobre las políticas a aplicar por los gobiernos de turno
basados en los procesos electorales.
Para una mejor explicación les relato una
experiencia personal vivida en una provincia de nuestro país hace muchos años.
Diseñé un proyecto para pequeños productores de
manera tal de aumentar su rentabilidad y permitirles aumentar sus ingresos y
evitar la migración.
Luego de mucho esfuerzo llegué a presentárselo al
gobernador de esa provincia buscando fondos para poder llevar adelante dicho
proyecto.
La propuesta le pareció sumamente interesante y
factible.
Su respuesta fue “no es mala idea, pero con el 10
% de los fondos que su proyecto necesita pongo una canilla en un barrio popular
y tengo el triple de votos, usted no entiende de política”.
Tenía razón, no entiendo de política.
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